Augusto Mercau
*Por Juan Pablo Robledo
Augusto Mercau, es considerado el padre de la Dermatología en Rosario. Tiene cien años y hace dos que dejó de trabajar. Nació en San Luís, hizo su secundaria en Buenos Aires y llego a Rosario, para estudiar Medicina. Sus estudios universitarios fueron interrumpidos por problemas económicos. Pero su vocación era más fuerte. Se graduó en 1940, trabajo en el Instituto de Dermatología del Hospital Carrasco allí hizo toda su carrera, y llegó a ser Director de ese hospital.
Rechazo las ostentaciones materiales para quedarse a trabajar en el extranjero. Porque se sentía en deuda con la educación gratuita de su País. Con sobrada voluntad y pasión atendió a pacientes de distintas generaciones, siempre con un trato cálido y humano. El año pasado fue distinguido como “Ciudadano Ilustre de Rosario”. Sin embargo él se considera un “hombre común”. Todo un ejemplo de devoción a la Ciencia y por el amor depositado a los enfermos.
¿Qué recuerdos tiene de su lugar natal y de su infancia?
Tengo muchos recuerdos, porque nací en la ciudad de San Luís, pero me crié unos años en la Provincia de San Luís. Luego en Merlo donde mi padre había nacido y tenía estancias. Mis recuerdos son todos muy lindos, una familia unida, nunca hubo dificultades. Desgraciadamente perdí a mi padre bastante joven, él tenía cincuenta y cinco y yo tenía dieciséis años. Mi madre tuvo que luchar mucho, para llevar adelante la familia y la llevo adelante, pudo criarnos a todos con felicidad. Mis recuerdos son todos muy buenos.
¿Por qué eligió la carrera de Medicina? ¿Cómo fueron sus comienzos en la profesión?
Posiblemente porque mi padre era médico, mi padre un día estaba conversando conmigo y me dijo ¿Que pensaba hacer? Y le dije estudiar Medicina, y me dijo “dedícate al comercio. Y a pesar de todo seguí Medicina, y no estoy arrepentido, porque he podido curar a mucha gente, he podido servirle a mi país de muchas formas, he trabajado como médico sin sueldo, ad-honoren en la Sala IV del Hospital Centenario tres años, y cuatro años en el Hospital Carrasco en el Servicio de Leprología. Yo estoy satisfecho de haberle devuelto a mi país todo lo que mi país me había dado, porque hay que reconocer que todas las Carreras eran gratis. La primaria, no pague nada, la secundaria tampoco, la Facultad de Medicina, lo mismo. De haber trabajado durante mucho años gratis me satisface por haberle retribuirle a mi país, lo que mi país me dio. Una vez estaba en Nueva York y un director de un hospital, me pedía que me quedara a trabajar con él. Yo le dije que no. Me ofrecía cada vez más, dos o tres veces por arriba de lo normal, hasta que le tuve que decir que le aceptaba con mucho gusto la oferta pero que tenía que volver a mi país a devolverle a mi país lo que este me había dado. Ahí acepto la negatividad.
Sino hubiera estudiado Medicina, ¿A que se hubiera dedicado?
No sé, quizás a trabajar como hacendado, porque teníamos un campo con hacienda. Pero nunca he pensado en otra cosa que estudiar Medicina
¿Cómo se definiría a Ud. Mismo?
Como un hombre común
¿Cuáles fueron sus lecturas que más influyeron en su existencia?
“Don Quijote de la Mancha” de Miguel Cervantes Saavedra. También recuerdo “Un viaje a la tierra de Inti” del Doctor Guiusti, que fue un profesor de Literatura mío en el Colegio Nacional de Buenos Aires, que contaba un viaje que había hecho hasta Jujuy en tren que le pidió a las autoridades que la Locomotora viajar adelante con un ruido insoportable. (…)
¿Hubo alguna experiencia que lo marco a manera de “antes” o “después”?
Cuando trabajábamos todos en los hospitales, cuando llega Perón echo a seis distinguidos profesores de la Facultad de Rosario que había publicado algo muy ingenua y gracias a ellos los exoneraron y a raíz de eso, renunciamos doscientos treinta y dos médicos de los hospitales. Ahí cambio mucho la medicina, porque hasta ese momento había médicos individuales, en forma particular. Cuando echaron a Fernández resolvimos juntaros y formar una clínica de la piel, entre otros con los doctores Carboni, Vacaro y eso dio origen de las clínicas privadas, ya que hasta ese momento había un medico individual tenía su consultorio, estaban los sanatorios y los hospitales. Y a raíz de eso nace la clínica de la piel, que luego aparecieron las clínicas nariz y garganta, la de ojo. Hubo un cambio fundamental en la asistencia médica de Rosario.
¿Dónde se formo universitariamente?
En la Universidad de Rosario. Me recibí en el 40, me recibí en más de seis años, porque tuve que volver con mi familia a San Luís dos años por cuestiones económicas. Demore unos ochos años, porque estuve dos años en Villa Mercedes, San Luís
¿De que profesores y/ o compañeros guarda un recuerdo especial?
Guardo recuerdos del doctor Enrique Perfidanza, que fue un gran profesor de dermatología, pero también de tuve dos personajes muy extraordinarios que me ayudaron mucho en el hospital Carrasco: el doctor José María Fernández y Salomón Schumann, que me ayudaron muchísimo, me apoyaron en todo momento. Hasta que llegue de a poco, primero fui un asistente de servicio, después fui médico de servicio, luego Jefe de Clínicas, hasta que llegue Jefe del Servicio de Leprología. Finalmente llegue a ser Director del Hospital Carrasco. Ahí hice toda mi trayectoria. Siempre trabajando a la par del enfermo.
Yo tuve una profesora de francés, Maddam Guiñazu, cuando estuvimos en París a cada rato me preguntaban ¿Porque habla Ud. Tan bien francés? Yo le respondía por Maddam Guiñazu, fue profesora del Colegio Nacional en primer año y con una gran exigencia de la gramática y pronunciación, pude hablar bastante bien. Recuerdo que viajábamos a Versalles un médico, que luego fue Ministro de Francia y ese hombre me pregunto porque hablaba tan bien francés y ahí le tuve que contar de Maddam Guiñazu, con el francés de primer año de esta profesora aprobé todos los franceses de primer, segundo y tercer año. Y cuando llegue a Francia halaba perfectamente, gracias a esa gran Profesora.
¿Quién valora en un futuro, como referente o continuador de su escuela?
Médicos que han sido discípulos míos, están el doctor Cabrini, Diegues. El hijo del doctor José María Fernández que lleva su nombre al igual que su hija, Valentina, y están formándose los nietos de grandes médicos. Ya hay un recambio generacional en la medicina local.
¿Cuáles son los jalones de su actividad profesional?
Cuando pude enseñar a muchos de los médicos, en el Hospital Carrasco tenía una enorme escuela. Hay algunos que todavía me dicen “Maestro”. Trabaje mucho y enseñe todo lo que pude. Estoy muy satisfecho de haber podido hacer todo eso por el país.
¿Qué es lo que más le conmovió con el trato de sus pacientes?
Yo tuve la suerte de tener una enorme cantidad de enfermos. En una época era el dermatólogo que más pacientes veía en la Provincia de Santa Fe (…) Llegue a tener hasta cincuenta, sesenta enfermos por día. Toda la vida he trabajado para ellos.
Hace diez años, un paciente que atendí durante cuarenta y tres años gratis, falleció y fuimos a saludar a su mujer. La mujer me entregó un paquetito donde estaba el anillo de bodas de mi paciente y me dijo que para Mario, su marido, no había sido solo su médico, sino su mejor amigo y me lo obsequio.
Esta es una revista de historia. Y Ud. De alguna forma, fue testigo de la evolución de las prácticas profesionales y de las conductas sociales de Rosario en los últimos cincuenta años. ¿Cuales actitudes positivas Ud. Desearía que se desarrollen y sostengan en el tiempo?
Yo desearía que no solamente en Rosario, sino en el país se viva con sentido moral. Hoy en día la enseñanza es todo muy científico, pero a mí me gustaría que se enseñe todo con sentido moral ¿De que sirve un ilustre médico que sea corrupto? Si todas las carreras no se fortifican la moral, la conducta, todo lo demás que esa persona haga o estudie tiene que ser con esa base anterior. Por otra parte, Fernández moralizo mucho la profesión (…)
¿Por qué rechazo ir a vivir a EEUU, con todas sus comodidades materiales para quedarse a trabajar en Rosario?
Allá me quería contratar, para trabajar en la Universidad. Me ofrecían cada vez más plata, le dije que no podía, porque tenía que volver a mi país a devolver lo que mi país me había dado la enseñanza gratuita. Me ofrecieron una cifra muy alta, pero me sentía tranquilo y volver a mi país
¿Cómo le gustaría que lo recuerden los rosarinos?
Como una persona común que ha trabajado mucho para la salud privada, como pública. Me gustaría que me recuerden como un médico que he trabajado de la forma más honesta posible.
¿Qué mensaje le diría a un joven estudiante de Medicina?
Que trate en lo posible de hacer una carrera honesta, que estudie mucho, pero que sea todo con un profundo sentido moral.
¿Qué es lo que más le conmueve con el trato de sus amigos y familiares?
Tengo la suerte de tener una familia muy unida. Muy cariñosa. Vivo rodeado de afecto y amor. Tengo hijos y nietos médicos, felizmente todos honestos y correctos, sin dudas que el ejemplo influye mucho. Tengo la suerte que somos muy unidos y me respetan mucho.
*Periodista. Egresado del ISET 18